domingo, 7 de febrero de 2010

Sorprendido


Estando en el Tábata una noche, me quede sorprendido al verle. Me miraba, le miré...nuestros ojos se cruzaron y sonrió, le sonreí.
Fui hacia la barra y me siguió para invitarme a una copa y empezamos una conversación.
Me prenguntó si tenía pareja, le dije que no y le sorprendió que estuviera solo, pero realmente no lo estaba, esperaba a un amigo.
Continuamos charlando de cosas vanales hasta que llegó mi cita.
Las palabras empezaron a subirse de tono y el ambiente caldeado se respiraba entre los tres, entonces me pidió un beso y acepté gustosamente, lo que provocó en mí una excitación incontrolable. Me atraía su personalidad y su forma de llevar la situación.
Nos adentramos en el cuarto oscuro y allí me hizo sentir como una puta y me encantó.
Me agarró del pelo para girarme contra la pared al tiempo que susurraba que era suyo y que no tenía escapatoria, lo cual era muy cierto, estaba totalmente sumiso.
Suavemente empezó a penetrarme, una y otra vez mientras me comía el cuello entre mordiscos y lametones. Mi piel se erizaba a cada caricia y mis gemidos se escapaban de mi boca en aumento con cada ida y venida de su polla contra mi culo.
Paró en seco para deslizarse por mi espalda con la punta de la nariz al tiempo que sus manos se posaban en mi cadera para lamerme entre nalgas. Su lengua era un torbellino de sensaciones que calmaban mi sed y sus manos eran tentáculos que perdían entre mi polla y mis pelotas.
Masajeaba suavemente, se deleitaba con cada caricia...me encantó.
Una palmadita se le escapó para ordenar que me girara y poder observar mi grandeza ante él. Era toda suya, tenía poder sobre mí.
Con vicio en sus ojos se aferró a ella y se la introdujo en la boca lentamente, humedeciéndola aún más. Era la guinda del pastel...
Subio por cada rincón de mi torso oliendo la suciedad que desprendia por cada uno de mis poros hasta mis labios, para pedirme en besos que le comiera la polla. Sin titubear, me hice con ella y le pagué con la misma moneda hasta provocar el orgasmo en él, pero no terminé...le penetré hasta correrme en su espalda.
Fuimos sorprendidos por mi amigo y sin dudarlo se unió al homenaje que estábamos rindiendo para acabar la noche en mares de lujuría.

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